El cambio climático y la Agenda 2030 no sólo están modificando la fisonomía de nuestro entorno sino también la forma de abordar los problemas a los que nos enfrentamos como sociedad. Esta transformación hacia una economía más respetuosa con el medio ambiente está repleta de oportunidades que deberán traducirse en nuevos modelos de negocio y nuevas formas de satisfacer la demanda, cada vez más exigente, de bienes y servicios sostenibles.
La otra cara de la moneda son los potenciales riesgos provocados por el cambio climático. En este sentido, es imperativo que se diseñen incentivos públicos para que las empresas tomen conciencia del coste social de las consecuencias de la emitir gases de efecto invernadero. Las entidades financieras también han de integrar las amenazas derivadas del cambio climático a largo plazo en sus procesos de gestión de riesgo, a pesar de que los riesgos físicos son impredecibles en general, y falta información respecto a su potencial impacto sobre los activos bancarios. A esta incertidumbre se suma la de los riesgos de transición, que también son difíciles de gestionar por la ausencia de datos comparables y por la diversidad de metodologías y su adecuada interpretación.
El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), la Federación Bancaria Europea (EBF) y la Autoridad Bancaria Europea (EBA) acaban de publicar de forma conjunta los resultados de encuestas que coinciden en apuntar a la falta de datos oportunos y a la falta de formación de ejecutivos y analistas financieros como dos de los principales obstáculos que limitan el impulso de las finanzas sostenibles. No es de extrañar, ya que las metodologías de análisis de impacto, bien sea de medición o de escenarios, son complejas de formular y, más aún, de interpretar. Solo el 15% de los bancos encuestados por la EBA realiza análisis de escenarios, lo que no deja de ser una paradoja, ya que sin este tipo de herramientas será difícil plantear una adecuada gestión del riesgo derivado del cambio climático.
Por esta razón, la formación y la capacitación en temas básicos relacionados con las finanzas sostenibles debe ser una prioridad a corto plazo, pero no puede descansar únicamente en lecturas, conferencias y artículos de investigación. Es imprescindible avanzar con cursos y talleres estructurados que pongan de manifiesto que las finanzas sostenibles van más allá de una nueva oferta de productos y servicios, que son una nueva forma de entender las finanzas. Actualmente, los equipos encargados de valorar el cambio climático, además de los riesgos sociales y de gobernanza, suelen proceder de áreas adyacentes con una formación más generalista, por lo que a medida que se avance en la descarbonización de la economía será cada vez más importante disponer del talento adecuado. Si el nivel de conocimiento y experiencia actual se mantiene en los próximos años en vez de aumentar, la falta de talento podría ocasionar un impacto negativo sobre el sistema financiero, ya que las decisiones serán cada vez más complejas y apremiantes.
Además de buscar una mayor especialización del personal clave, es necesario generar la cultura adecuada. Para ello, más allá del compromiso que irradie el consejo de administración, será fundamental compartir las mejores prácticas entre áreas para fomentar la concienciación y profundizar en el conocimiento de estos temas.
En este delicado equilibrio entre los riesgos, los obstáculos y las oportunidades, es deseable contar con un marco regulatorio bien diseñado, estable y predecible que defina los incentivos, ponga en valor la necesidad de contar con una información veraz y marque la senda de transformación adecuada para que nadie se quede atrás. Solo de esta manera el sistema financiero podrá tener un efecto multiplicador como agente de cambio que acelere la inexorable transformación productiva y social alineada con la Agenda 2030 y encaminada hacia una economía nula en carbono.
Es fundamental que la Administración contribuya a mitigar la elevada incertidumbre que rodea la compleja naturaleza del cambio climático con una regulación armonizada para que todos los agentes involucrados en el reto climático aprendan a caminar al mismo ritmo por la senda de la corresponsabilidad.
Los bancos españoles están dispuestos a afrontar estos desafíos compartiendo mejores prácticas entre ellos, tal y como se puso de manifiesto en el Acuerdo Colaborativo de Acción por el Clima que se firmó a finales de 2019 en el marco de la Cumbre del Clima (COP25). Con el mismo espíritu nació el Centro de Finanzas Sostenibles y Responsables (FinResp), conformado por todo el sistema financiero español para contribuir a transformar el tejido productivo y las pymes españolas hacia una economía más sostenible a través de la colaboración, la capacitación y la divulgación del conocimiento.
Juan Carlos Delrieu, director de Estrategia y Sostenibilidad de la Asociación Española de Banca